OMARELIZ PINEDA ARAUJO 22 de noviembre de 2017
La sorpresa del Congreso Mundial de
Ciudades Inteligentes, celebrado en Barcelona, España, la dio un urbanista
venezolano quien expuso un proyecto para darle calidad de vida a los habitantes
de una capital a la que pocos turistas se atreverían visitar
Todo sueño
es un choque con la realidad pero también oculta un premio. Había terminado mi
agitada jornada de entrevistas en el Smart City Expo World Congress, y me
disponía a marcharme, cuando veo en el mostrador de la sala una ponencia sobre
Caracas y de cómo darle calidad de vida a los habitantes de una ciudad cuyas
imágenes, para quienes estamos afuera, constituyen el reto de preservar en la
memoria, tal y como la dejamos al partir.
¿Caracas?,
me dije no sin extrañeza. ¿Por qué alguien hablaría sobre Caracas?, pensé con
prejuicio e incredulidad. Impulsada por un automatismo le escribí al ponente, y
en unos minutos se me apareció un señor, sonriente, carpeta en mano y con los
brazos abiertos, como quien acude a la puerta del aeropuerto para recibir a un
familiar. De mediana edad, delgado, sin señal de cansancio y enfundado en un
suéter delgado para el frío de Barcelona, Kenny Cayama me abrazó. Pasé entonces
del asombro a la realidad: mi ciudad aún existe, y hay quienes se preocupan por
ella, recorren el mundo para describirla, sin ocultar sus miserias, y exponen
ideas de cómo mejorar la calidad de vida de su gente, para luego regresar
convencidos de que su ciudad les reclama
ESTA ES MI CIUDAD