OMARELIZ PINEDA ARAUJO 22 de noviembre de 2017
La sorpresa del Congreso Mundial de
Ciudades Inteligentes, celebrado en Barcelona, España, la dio un urbanista
venezolano quien expuso un proyecto para darle calidad de vida a los habitantes
de una capital a la que pocos turistas se atreverían visitar
Todo sueño
es un choque con la realidad pero también oculta un premio. Había terminado mi
agitada jornada de entrevistas en el Smart City Expo World Congress, y me
disponía a marcharme, cuando veo en el mostrador de la sala una ponencia sobre
Caracas y de cómo darle calidad de vida a los habitantes de una ciudad cuyas
imágenes, para quienes estamos afuera, constituyen el reto de preservar en la
memoria, tal y como la dejamos al partir.
¿Caracas?,
me dije no sin extrañeza. ¿Por qué alguien hablaría sobre Caracas?, pensé con
prejuicio e incredulidad. Impulsada por un automatismo le escribí al ponente, y
en unos minutos se me apareció un señor, sonriente, carpeta en mano y con los
brazos abiertos, como quien acude a la puerta del aeropuerto para recibir a un
familiar. De mediana edad, delgado, sin señal de cansancio y enfundado en un
suéter delgado para el frío de Barcelona, Kenny Cayama me abrazó. Pasé entonces
del asombro a la realidad: mi ciudad aún existe, y hay quienes se preocupan por
ella, recorren el mundo para describirla, sin ocultar sus miserias, y exponen
ideas de cómo mejorar la calidad de vida de su gente, para luego regresar
convencidos de que su ciudad les reclama
ESTA ES MI CIUDAD
Kenny
Cayama Javier, de 54 años, urbanista, egresado de la Universidad Simón Bolívar
y Director de Proyectos de la Alcaldía Metropolitana de Caracas, es uno de los
compatriotas que se niegan a abandonar el país y prefieren encarar las
dificultades de su entorno con ideas que surgen de sus experiencias cotidianas.
Más tarde confirmaríamos el éxito de su participación como speaker en la
ponencia Desarrollo inclusivo de los ambientes urbanos, donde compartió la mesa
con urbanistas y expertos de Argentina, España, Ucrania y Francia, entre otros
países.
Necesité
unos minutos para salir de la sorpresa y regresar a la sospecha. ¿Qué tenía que
decir este urbanista sobre Caracas? No tuve oportunidad de preguntárselo porque
Cayama se encargó de ponerme al día acerca del proyecto que, me confesó, se lo
mostró con orgullo a los asistentes al congreso. Pudimos constatar cómo este
urbanista no paró de estrechar manos y de hablar con tal convicción y
entusiasmo que logró contagiar incluso a los más apáticos. El proyecto, llamado
MOVER (Movilidad en Red), busca incrementar las condiciones de movilidad de
adultos mayores, mujeres embarazadas y gente con discapacidad que viven en
zonas vulnerables y pobres de Caracas. “MOVER plantea una red metropolitana de
asistencia a personas con movilidad reducida que viven en esos espacios y que
implica una red de transporte”, señala.
El
proyecto fue presentado el año pasado cuando la Alcaldía Metropolitana de
Caracas participó en el Mayor Challenge de Bloomberg, en Nueva York, una suerte
de competencia que alienta a las ciudades a generar ideas audaces para
solucionar mejorar la vida de los ciudadanos. Con la satisfacción que aún le
queda de tal experiencia, Kenny Cayama explica que MOVER quedó entre los 20
finalistas, de las 350 propuestas que presentaron más de 25 países; y pese a
que no ganaron, este plan les dio la visibilidad que requerían para continuar
desarrollando nuevas ideas, que han venido gestándose desde 2011, cuando la
Alcaldía Metropolitana de Caracas creó el Plan Caracas 2020 que pretendía
desarrollar una urbe “accesible y de movimiento, una Caracas segura y una
campaña de sensibilización para las personas con discapacidades”.
Se
trata de un proyecto ambicioso, admite Cayama, quien desea crear una página web
para que personas con dificultades, adultos mayores, embarazadas o gente con
algún tipo de impedimento soliciten viajes para poder trasladarse a sus citas
médicas, ir al banco para cobrar su pensión o realizar alguna diligencia. “Es
mi ciudad, y para ella es este plan que implica mejorar la calidad de vida de
los ciudadanos para que disfruten de la ciudad y sean productivos al ser
tomados en cuenta”, indica el urbanista, consciente que de la ciudad de la que
habla atraviesa por una espiral de problemas de atención y funcionamiento,
inclusive para quienes pueden valerse por sí mismos.
DE PROEZAS Y SUEÑOS
Con la
cabeza sobre la almohada cada idealista inventa por las noches una estrategia
nueva que supere las dificultades. Kenny Cayama Javier es uno de ellos y
recorre el mundo para exponer el plan MOVER, si los organizadores de los
congresos le acreditan y le garantizan los gastos de traslado y permanencia.
Padre
de dos hijos, este venezolano no quiere abandonar el país, a pesar de que su
esposa e hijos se lo han propuesto. En el caso del Smart City Expo World
Congress, Cayama y su equipo habían rechazado la invitación de los
organizadores, por el hecho mismo de pensar en la travesía de conseguir un
pasaje aéreo, cambiar divisas y tener que pagar una noche de hotel fuera del
país “cuando yo gano lo equivalente a 20 dólares al mes”. Pero la gente del
congreso deseaba su participación y lo llamaron de nuevo para anunciarle que
ellos costearían el viaje y la estadía; que solo viniera con su voz y sus
diapositivas.
Fue
así que ante expertos de ciudades del primer mundo o de ciudades de países árabes muy ricas, como Dubai,
Cayama expuso sus planes a una audiencia que poco sabía sobre Venezuela. Mostró
fotos de Caracas, de los barrios, de las paradas de autobús improvisadas en las
calles. Les contó que la mayoría de los habitantes pobres para ir a sus casas
tienen que subir 40 pisos lo equivalente a 100 metros por una pendiente de un
47%, como un ángulo de 45 grados, por escalinatas que no disponen de pasamanos
e iluminación.
La
otra proeza de Cayama consistió en explicar la situación de Venezuela y de cómo
los asistentes del Congreso de Ciudades Inteligentes no entendían por qué, a
pesar de lo atractivo del proyecto, no se ponía en ejecución. “El problema está
en los recursos que ha sido difícil acceder a ellos porque el Fondo de
Compensación Interterritorial, que es un mecanismo para transferir recursos
desde el nivel central al nivel local, retrasa los pagos. Por ejemplo, nosotros
solicitamos los recursos para un proyecto en 2014, nos los aceptaron en 2015 y
los entregaron en 2016 y con las condiciones de nuestra economía inflacionaria,
con lo que costaba el proyecto en 2014 no se podía hacer en 2017 ni el
movimiento de tierra”.
Cayama
recuerda que quedan también por ejecutarse el proyecto de Transmetrópolis, el
cual, debido a diferencias políticas, le prohibieron a la Alcaldía
Metropolitana usar las ramplas para discapacitados. O el proyecto llamado
“Triple Límite Municipal” que pretendía resolver el caos de Caracas en los
municipios Baruta, Sucre y El Hatillo, pues la confluencia afecta a más de 250
mil personas. “Este proyecto también fue frenado por diferencias políticas”.
Pero
este venezolano que dio de que hablar en el Smart City Expo World Congress no
estuvo solo. A este evento asistió también la presidenta del Instituto
Metropolitano de Urbanismo, Zulma Bolívar, y cuenta con apoyo del Centro de
Estudio para la Discapacidad; la Fundación Venezolana ProCura para la
Parálisis, Vikua y demás compañías. “Mi lema personal es si tú me cierras la
puerta, yo me meto por la ventana. Si me cierras la ventana, me meto por la
rendija y si mi cierras la rendija, yo abro un boquete en la puerta, pero
nosotros pasamos”.
Cayama
es consciente que en un país generador de constantes malas noticias, el rescate
de su capital sería el último de los problemas de los venezolanos frente a
asuntos más graves como la inseguridad y la inflación o el desabastecimiento;
pero este razonamiento no parece convencerle del todo. “Es importante el
rescate del espacio público. Es ahí donde se igualan todas las personas. Ahí no
importa si tú tienes más dinero que yo. Los dos vamos al mismo sitio y
disfrutamos por igual de un sitio público de calidad. Son los pequeños cambios
que pueden producir los grandes cambios que estamos necesitando”.
Kenny
Cayama gusta, para subir el ánimo de sus compañeros de la Alcaldía, contar la
anécdota de que durante la Segunda Guerra Mundial, cuando Winston Churchill se
enfrentaba a la potente Alemania nazi, había un grupo de personas debajo, en
los sótanos antiaéreos, soportando los bombardeos, y allí, en la oscuridad de
esos sótanos, planificaban la reconstrucción de Londres. Cuando la guerra
terminó, todos esos idealistas y profesionales salieron a la superficie para
llevar al Parlamento sus ideas de reconstrucción de Gran Bretaña.
Cayama
quiere ser uno de ellos “porque cuando pase este momento oscuro de nuestra
historia, ya no habrá tiempo que perder y tendremos que reconstruir los pedazos
que nos dejen de ciudad”. No es fácil vivir en un país con un escenario de
guerra permanente. Aparte de su carisma, el éxito de Churchill se debió a que
nunca dejó que la desesperanza lo derrotara. Asimismo, a pesar que el gobierno
nazi le había ganado todas las batallas, él aún decía que no le ganaba la
guerra. Ese es el arte de vivir en situaciones de crisis.
A estas
alturas, Kenny Cayama ya partió de Barcelona rumbo a Caracas, sorprendido por
un metro que podía llevarlo al aeropuerto sin inconvenientes; sin verse
obligado a pedirle a un familiar que le escoltara o guardarse el dinero en los
zapatos, para evitar que los mismos guardias nacionales lo asaltaran. Por dos
días, este urbanista venezolano pudo ver lo que era vivir en una ciudad donde
se llevan a cabo proyectos sin trabas burocráticas. Este sentimiento de
“aguantar en el sótano” hasta que la guerra pase, no es solo suya. Venezuela
está llena de ese entusiasmo, aguante y de esperanza porque por más días
oscuros que hayamos pasado, rendirse nunca será una opción. “Hay que resistir.
Tengo que resistir, porque si me voy, ¿quién
entregará mis papeles de sótanos cuando la guerra acabe?” me confesó.
Aparte
de las lágrimas que no pude contener tras este encuentro fortuito y
aleccionador, me quedó el buen recuerdo de un venezolano convencido de cuál es
su lugar. Kenny Cayama no paró de hablar y, viéndolo gesticular y ponerle
pasión a sus palabras, siento que la Venezuela inteligente y decente no se ha
perdido. Como reza un verso de John Donne: “Así funciona la magia cuando los
dioses no te han abandonado”.
Tomado
de: http://actualy.es/9037-2/
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