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domingo, 12 de noviembre de 2017

El Espíritu Santo es la vida de la Iglesia, es tu vida y la mía, por @Pontifex_es



Papa Francisco 11 de noviembre de 2017

El Papa Francisco dedicó este jueves para hablar sobre el deber de todo cristiano de edificarsalvaguardar y purificar la Iglesia.

Pronunciando una homilía en su misa matutina en la residencia de Santa Marta en el Vaticano, habló sobre estastres tareas muy importantes mientras se encontraba en la celebración litúrgica de la Dedicación de la Basílica de Letrán, la Diócesis de la Catedral de Roma, conocida como "La madre de todas las iglesias". Título al cual el Papa respondió diciendo:

"Este título no es una causa de orgullo, sino de servicio y de amor".

Edificación.
 
Con respecto a la edificación de la Iglesia, el Papa comentó que todos debemos saber antes que nada que Jesucristo es nuestro fundamento:

Él es la piedra angular de este edificio y sin Jesucristo no hay Iglesia. Una Iglesia sin fundamento colapsará. Una Iglesia sin un Jesús vivo se vendrá abajo.

Nosotros somos las piedras vivas de esta Iglesia. No todos somos iguales, pero cada uno es diferente, y esto, brinda la riqueza de la Iglesia. Cada uno de nosotros construye y edifica de acuerdo al don que Dios ha otorgado. Una Iglesia uniforme no es una Iglesia.

Salvaguardia.

Hablando sobre salvaguardar a la Iglesia, el Papa dijo que significa estar consciente del Espíritu Santo que está en nosotros.

El Papa lamentó que muchos cristianos conozcan a Jesucristo y al Padre sólo por rezar el Padre Nuestro, pero al hablarles del Espíritu Santo, Él será automáticamente asociado con una paloma nada más:

El Espíritu Santo es la vida de la Iglesia, y Él es tu y mi vida. Nosotros, el templo del Espíritu Santo, debemos salvaguardarlo, ya que San Pablo insta a los cristianos a no entristecer al Espíritu Santo, es decir, no ir en contra de la armonía que el Espíritu Santo crea en nosotros y en la Iglesia. Él es armonía, y Él crea armonía en nuestra edificación.

Purificación.

Finalmente, con respecto a la tarea de purificar la Iglesia, comienza con cada uno de nosotros. Para esto, todos debemos reconocer nuestra pecaminosidad.

Cualquiera que alegue no ser un pecador sería una buena curiosidad. Como todos somos pecadores, debemos purificarnos continuamente.

Esto a su vez purifica a la comunidad, a la comunidad diocesana, a la comunidad cristiana y a la comunidad universal de la Iglesia. Esto es lo que hace crecer a la Iglesia.

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