Carlos
Mauricio Melo Pedroza 27 de agosto de 2017
@carlosmelo1962
El
pasado 6 de agosto cumplí diez años de haber llegado a la ciudad de Villahermosa,
Tabasco, México, diez años de vivencias y experiencias, diez años en el sitio
donde nació la civilización más avanzada de América para cuando llegaron los
españoles, pero es extraño porque diez años viviendo en la misma ciudad de
manera continua no parecía ser la norma para mí. Antes de llegar a Villahermosa
había vivido al menos seis meses en 12 ciudades o sitios diferentes y en este
momento solamente supera en tiempo a Villahermosa, la ciudad que considero mi
terruño, Ciudad Bolívar, Venezuela, de hecho a pesar de no haber nacido allí, siempre
he dicho que soy Guayanés, y eso por varias razones, en primer lugar por las
vivencias de la niñez y la adolescencia que quizás son los recuerdos que más
quedan grabados en las personas y además si estos son agradables serán
imborrables, pero también por los dieciséis años que viví en la histórica Angostura,
pero eso es otra historia.
Llegue
a Villahermosa a trabajar en un contrato como ingeniero de perforación en el
proyecto integral de perforación de pozos de Alianza – Mesozoico para la
empresa IPM-Schlumberger y dado que era expatriado, el esquema de trabajo
inicial era trabajar 90 días y salir libre 15 días. Así que de acuerdo a mi
fecha de inicio, el día 4 de noviembre saldría libre. Personal de la empresa organizaba
toda la logística de los viajes, compraba pasajes, hacia reservaciones de vuelo
y hoteles de acuerdo a la planificación que cada expatriado establecía con su
supervisor.
IPM-Schlumberger
estaba iniciando el proyecto y estaba adecuando unas oficinas en una Plaza
Comercial de la zona de Tabasco 2000, el área de desarrollo de la ciudad, pero
mientras, estábamos trabajando en unos salones del hotel Hyatt, donde además
estábamos alojados.
En el
mes de septiembre le entregaron a la empresa las oficinas en la Plaza
Bugambilia y nos mudamos para nuestras nuevas y confortables oficinas. Además
la empresa rentó varios departamentos en un lujoso edificio de la ciudad para asignárselos
a los ingenieros del proyecto.
Los
departamentos tenían tres habitaciones y me asignaron para compartir un
departamento con mi jefe y con una compañera del grupo de trabajo, duré una
semana allí. La verdad no me pareció cómodo pasar las 24 horas de todos los
días con mi jefe, quien era buena persona, pero no tanto para verlo hasta en la
sombra.
La
empresa también daba la posibilidad de rentar nuestro lugar de alojamiento por
nuestra cuenta y nos pagaba una cantidad fija, no importando si teníamos que
pagar un adicional o si nos sobraba.
A
finales de septiembre renté un departamento a la orilla de una laguna, una
vista espectacular, alberca, y a tres cuadras de la oficina, así que, por ahora
no me preocuparía de adquirir vehículo.
De las
primeras cosas que me llamaron la atención fue que todos los días un lagarto
tomaba el sol en el borde de la laguna en nuestro patio, donde estaba la
piscina. Teníamos un cocodrilo de mascota, eso era una novedad.
El mes
de octubre llovió todos los días y todas las noches, las personas que
trabajaban con nosotros que eran de la ciudad estaban preocupadas, porque no
era normal ese volumen de lluvias, pero nosotros no sabíamos lo que nos
esperaba. Lo cierto es que como vivía cerca de la oficina compre mi paraguas, y
así caminaba al trabajo cada día, todo bien solo que los zapatos y las medias llegaban
emparamadas, además los choferes de autos en Villahermosa suelen ser bastante
agresivos y no les importa si hay un charco y te mojan, creo que a veces hasta
lo hacen a propósito.
Hacia
el 28 de octubre, la mayoría de las personas que eran de la ciudad se habían
“ido al agua”, forma como dicen los chocos (gentilicio de las personas de
Villahermosa) cuando están inundados. Los pozos estaban cerrados por seguridad,
toda la actividad operacional se había suspendido, pero nuestro jefe, un
holandés bastante terco, decía que todo estaba normal, mientras ya la ciudad
estaba en caos.
Veía
las noticias y no creía lo que pasaba, los cocodrilos estaban por las calles,
hasta el mío, que nadaba plácidamente en la piscina. Yo no daba crédito a lo
que veía, a donde había llegado, ¿era la jungla?, donde los cocodrilos andan
realengos por las calles. El gobernador “nadaba” por las zonas afectadas y
mostraba la gravedad de la inundación, ayudaba a los damnificados, estaba allí.
Evidentemente yo no conocía al gobernador, supe que se llamaba Andrés Granier
Melo, así que yo decía que mi tío estaba haciendo un excelente trabajo, pero al
cabo de un tiempo lo destituí como tío cuando el señor Granier salió de la
gobernación a una prisión federal por corrupción.
Pues
bien, media ciudad se había ido al agua y el resto ya comenzaba a tener
problemas con los servicios de agua y luz. Afortunadamente yo vivía en un
tercer piso de una zona alta de la ciudad, así que pensaba que si yo me “iba al
agua”, ya tendría que venir Noé a rescatarnos.
El 30
de octubre, cumplí años, mis compañeras me invitaron a almorzar, y planificamos
para el viernes 2 de noviembre una parranda en mi departamento, eso sonaba bien
¡lo iba a inaugurar con buen pie! Pero ese día, el holandés autorizó a los
expatriados que tenían salida para los próximos días, que se fueran de una vez,
¡Qué bueno! Pero yo no tenía planificado mi viaje y comenzó Cristo a padecer.
La
Comisión Nacional del Agua, considero necesario abrir ese día las compuertas de
las presas que están aguas arriba en las montañas de Chiapas, porque estaba
lloviendo mucho en las cabeceras y de no aliviarse, las presas podían colapsar
y sería peor, pero los niveles de agua subieron violentamente en la ciudad, ya
era más de media Villahermosa la que estaba bajo las aguas, y la gente buscaba
como escapar.
El 31
de octubre me levanté temprano, metí tres camisas, un jean, tres calzoncillos y
calcetines en mi mochila, con mi único objeto de valor para salvar de la
inundación, mi laptop y salí a ver qué carajo hacía para no ahogarme. Mi plan
que no era un gran plan consistía en buscar un autobús y salir de la ciudad a
donde fuera para luego tratar de llegar a la Ciudad de México. No tenía una
estrategia definida, así que le pregunté al vigilante del edificio como llegaba
a la terminal de autobuses, y allí comencé a notar que en nuestro gueto de extranjeros
en la empresa no hablábamos el idioma de la ciudad, los autobuses se llaman
camiones y la terminal probablemente ya se había ido al agua, de todas maneras
el buen hombre me entendió y me indicó como llegar al sitio donde podría agarrar
el camión.
Para
esa fecha ya no había transporte público ni taxis funcionando, así que a
caminar, no había más opción. Atravesé la avenida que quedaba frente a mi
edificio y comencé a andar en dirección este, pero como a tres cuadras estaba
parado un “camión” que en realidad era un autobús, pregunté a donde iba, me
contestaron que a Coatzacoalcos, era gratis. Perfecto, me monte en el bus para
ir a Coatsa… Coza-vaina… los mexicanos creen que están fáciles de decir esos
nombres tan raros que tienen las
ciudades y yo no podía ni repetir ese nombre, cuando me dijeron que ese camión
era para recoger a personas de Coatzacoalcos, yo les dije que era del “mero
allá”, pero no me creyeron y me bajaron.
Seguí
caminando y caminando y caminando y llegué… llegué hasta donde pude, porque allí
estaba el agua, efectivamente ya la estación de camiones se había ido al agua.
Y ¿ahora quien podrá defenderme?, pensé. Pregunté y me dijeron que los camiones
estaban saliendo de la Ciudad Deportiva, bueno y ¿dónde queda eso? En dirección
sur-oeste como a 15 km. de donde estaba, pues venga, vamos a caminar, porque no
debía perder tiempo, así que a caminar con mi mochilita al hombro. No sé cómo
llegue, no sé cuánto camine, no sé por dónde pase, pero llegue a la Ciudad Deportiva,
y en verdad estaba saliendo un bus. Pregunte y resulta que era ¡¡el ultimo bus
que salía de allí!!... ¡¡Coño, no puede ser!! ¿Y ahora? Pues los camiones
estaban ahora saliendo de Gigante, era una Plaza comercial, que quedaba como a
dos cuadras de ¡Mi departamento!... tenía que volver, después de haber caminado
la media ciudad que aún no estaba inundada, pero tampoco sabía cómo llegar, aunque
como preguntando se llega a Roma, preguntando llegué.
Era
todo muy extraño, suigeneris, las personas no caminaban en fila india como uno
ve en los desplazamientos masivos de personas, por ejemplo por guerras, aquí la
gente caminaba como loquitos, sin saber a dónde ir, con sus pertenecías en la
espalda, un televisor o un colchón o un hijo, alguna vaina. Caminaban desordenadamente,
como cuando le hechas agua a un hormiguero, cada quien en direcciones
diferentes.
Finalmente
llegue a Gigante, y había una cola gigante para montarse a los camiones, la
cual hice gustoso. Luego de cuatro o cinco camiones, llego mi turno… al fin
pude sentarme, además tenía aire acondicionado o como dicen acá, “clima”, cerré
los ojos y espere la partida. Ya me escapaba de la furia de las aguas.
El bus
se enrumbo hacia Coatso, a la vaina esa… ya era de noche, por la ventana vi que
pasábamos por caseríos, muchas estaciones de servicio de Pemex, pueblitos, todo
iba bien, hasta que repentinamente el bus se orilló y se paró. Pasaban los
minutos y nadie decía nada, hasta que me baje y le pregunte al chofer que si
había algún problema, y el amigo me respondió que se había quedado ¡sin
combustible!... ¡¡Nooo puede ser!! Esto era increíble, le dije que si me hubiera
pedido yo le daba para llenar el tanque y ¿porque no se paró en una estación de
servicio, sino que espero que se acabara en medio de la nada? Bueno, no hubo
respuesta.
No
creía todo lo que pasaba, me fume un cigarro detrás de otro y después de cinco
llego un autobús más chico, donde evidentemente no cabíamos todos, al menos no
sentados. La gente salió del bus en tropel y yo debía subir a buscar mi
chaqueta, donde tenía mi pasaporte. Finalmente cuando terminaron de bajar
todos, pude subir y al llegar a mi puesto, ¡no estaba mi chaqueta!, baje
corriendo, busqué mi mochila en el compartimiento de equipaje y me monté al
otro bus, el cual tenia a muchas personas paradas en el pasillo, yo sería otro
más, y comencé a recorrerlo de adelante hacia atrás preguntando por mi
“chaqueta”, sin saber que “chaqueta” no es lo mismo que “chamarra”… así que la
gente no me hacía caso y además quizá dirían que yo era un grosero, porque
“hacerse una chaqueta” es en México masturbarse… y yo ¡no lo sabía! Después de
varias veces de ir a atrás y adelante una señora me dijo que otra señora tenía
mi chamarra y que estaba adelante, no sé porque no me la había dado, pero me
dijo que me la había guardado para que no se me perdiera, creo que la quería
guardar para siempre. Ya con mi chamarra en mi camión seguí camino parado por
cuatro horas hacia Coaza-vaina.
Colgado
del tubo del camión, para no caerme ante la delicadeza en el manejo del chofer,
recibí la llamada de un amigo, él si tenía pasaje de avión para ese día y pudo
pasar al aeropuerto en un camión de verdad, del ejército, después de ellos ya no
se pudo pasar más, porque el nivel de agua subió demasiado. El buen amigo se
reía de mí, porque estaba en la sala VIP del aeropuerto tomándose un Whisky,
esperando su vuelo a México DF y su conexión para Venezuela y yo colgado como
un mono de ese pinche tubo.
Llegamos
a Coatz… bueno allá, a la estación de camiones, busque uno que fuera directo que
fuera el mejor autobús del mundo, tren bala si fuera posible, en directo a
México DF, un ADO GL, lo mejor, coche cama, listo… parecía arreglarse la
madrugada.
Señores
pasajeros, abróchense los cinturones, partimos desde “aquí” hacia la Ciudad de México,
sin escalas. Pero me mintieron, entramos a cuanto pueblito pudimos, incluso un desvío
de no sé cuántas horas a Veracruz. Yo no sé cuántos días pase en ese camión,
pero se me hizo eterno, salía el sol y se hacía de noche y volvía a salir el
sol, será por eso que no permiten abrir las cortinas, para que uno no se dé
cuenta de que esta secuestrado, hasta que por fin llegue a la Ciudad de México
y cual Moisés latinoamericano, me salvé de las aguas.
Recrear
lo que me paso es divertido, además fueron cosas que fueron pasando y todo se
iba solucionando, pero realmente la historia de la inundación de Villahermosa
del año 2007 fue bastante grave, mucha gente perdió todo, su casa, sus
pertenencias, y aunque el saldo de víctimas nunca fue dicho, yo creo que debió
haber sido significativo. Así que este escrito, es un homenaje a las personas
que sufrieron alguna perdida en esa inundación.
Ah,
eso sí… apenas llegué de Venezuela, compré un vehículo, no volvería a pasar por
algo así nunca más.
Carlos
Mauricio Melo Pedroza
@carlosmelo1962
Experiencia total!!
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