José Rafael Revenga 28 de agosto de 2017
@revengajr
El
arrojo en las contiendas civiles, la lealtad como base de la amistad, la destreza en la práctica del
oficio del estadista
En
primer lugar una aclaratoria, ciertamente innecesaria. Cualquier coincidencia
entre quien escribe y la persona a quien me refiero en el siguiente relato es
sólo el desprendimiento azaroso de una hilacha del ADN del abuelo a lo largo de
cuatro generaciones.
Mi
reconocimiento a quienes me han hecho
conocer al abuelo (José Rafael Revenga, 1786 – 1852): Mauro Páez Pumar, Manuel Pérez Vila, Augusto
Mijares, Pedro Grases, German Fleitas, Simón Alberto Consalvi y Carlos
Hernández Delfino.
Mi
agradecimiento sin medida a “don Pedro”, el profesor Grases, quien desde sus
clases en secundaria me hizo conocer y valorar La Generación de la
Independencia.
La
Generación de la Independencia es aquella constelación de ciudadanos
excepcionales que en una Caracas de menos de cuarenta y cinco mil habitantes y
en escasos veinte años -de 1810 a 1830- lograron una hazaña que todavía hoy nos
resulta casi inverosímil.
Entre
otros: Roscío, Mendoza, Peñalver, Gual, Tovar, Vargas, Revenga, Cajigal, Sanz,
Zea, Ustáriz, Urbaneja, Palacio y
obviamente Bolívar.
Me
permito referirme a dos anécdotas:
En la
primera, me remonto al 5 de julio de
1827. En esa calurosa mañana, Simón Bolívar, quien había llegado a Caracas hacía unos seis meses
acompañado por José Rafael Revenga como Secretario General y había pasado la
noche en la Quinta Anauco, asciende,
junto con Revenga, el Ávila. Antes de partir,
Bolívar nombra a Páez jefe superior del Departamento de Venezuela.
Al
salir de la Quinta Anauco Bolívar y Revenga pasan primero por los restos de la iglesia de la Santísima
Trinidad. Continúan por la cercanía de la iglesia de La Pastora y luego al
cruzar la Quebrada de las Canoas escogen la trocha a la izquierda y remontan
por el neblinoso Camino de los
Españoles.
Ambos
se dirigen al puerto de La Guaira sobre unas buenas mulas. Tomarán unas tres
horas para recorrer los 17 kilómetros. Luego
embarcan en una goleta que zarpa hacia Cartagena la cual tomaría unos
tres días en llegar al destino.
En lo
alto de una colina, muy cerca de los llamados “castillos de la cumbre”, -
seguramente el de San Joaquín- los dos amigos detienen su caminar a unos
1.500 metros sobre el nivel del mar. Bolívar dirige su mirada por última vez a
su ciudad natal. Había regresado a ella después de una ausencia de cinco años.
En la
víspera Bolívar había pronunciado su última proclama en Venezuela en la cual
afirmó:
“Yo he
nacido ciudadano de Caracas y mi mayor ambición será la de preservar ese
titulo.”
Ese
mismo día –el 4 de julio- Bolívar se reúne con José María Vargas y Revenga a
fin de ultimar los detalles formales para la creación de la Universidad
Central. Unos días antes –el 24.06- habían redactado los nuevos estatutos
republicanos que le otorgaban autonomía y carácter secular y abandonaban el
carácter Real y Pontificio de la
Universidad de Caracas. Vargas se encarga del nuevo Rectorado.
El
Libertador nunca más regresaría en vida a su Patria. El 16 de diciembre de 1842
sus restos mortales remontaban el Camino en sentido contrario a bordo de una carreta.
Qué de
recuerdos han tenido que inundar el ánimo de los dos amigos: el encuentro de
Revenga con Bolívar en septiembre de 1814 en Cartagena. De inmediato, Bolívar
lo nombra su secretario y emprenden la campaña por el Magdalena.
Revenga
venía de pasar tres años en los Estados Unidos al ser designado en marzo 1811
como comisionado del primer Congreso Nacional junto con Telésforo de Orea a fin
de obtener el reconocimiento estadounidense para la nueva república. En noviembre de 1811 entrega una copia de la
Declaración de la Independencia al presidente James Madison y al secretario de
estado James Monroe en una cena en la Casa Blanca. Con la caída de la Primera
República a mediados de 1812 la misión concluye.
Los
desvelos ocasionados por la puesta en marcha a partir de junio de 1817 del
semanario El Correo del Orinoco hecho realidad gracias a una imprenta traída
desde Trinidad. Revenga asume la
dirección de la nueva publicación por varios meses.
En
Angostura el 15 de febrero de 1819 Revenga acompaña a Bolívar en la instalación
del Congreso.
Después
del triunfo militar de Bolívar en Boyacá se encuentran los dos amigos de
nuevo en Angostura el sábado 11 de
diciembre de 1819.
Ese 17
de diciembre –exactamente once años antes de su muerte- Bolívar proclama la
República de Colombia. El próximo día nombra a Revenga titular de los despachos
de Hacienda y de Relaciones Exteriores.
La
lealtad de Revenga con El Libertador resultaría
en su expulsión del país por oficio del 21 de febrero de 1830 firmado por Miguel Peña, secretario del
interior de Páez.
Revenga
marcha hacia Curazao y en carta del 26 de marzo se defiende. La condena al exilio se ve reducida y a los seis meses, en
agosto, regresa a su patria.
Hay
que tener en cuenta que Revenga junto con mas de dos mil personas firman el 24
de diciembre de 1829 la resolución de la asamblea convocada por Páez en Caracas
por estimulo de Bolívar la cual se pronuncia categóricamente por la separación
y la soberanía independiente de Venezuela pero
reconocía a la vez, la jefatura suprema de Bolívar. Vargas, Urbaneja
Tovar, Soublette, Sanabria, Yanez también la respaldan.
Revenga
es testigo, el 16 de diciembre de 1842, del retorno de los restos mortales de
Bolívar ordenado por el presidente Páez. La próxima mañana son llevados a la
iglesia de San Francisco. Habían transcurridos unos quince años y medio desde
el último adiós de Bolívar a Caracas y exactamente 12 años de su muerte y 23
años de la fundación de la República de Colombia en Angostura.
La
segunda anécdota, si bien es personal, en el hondón de fondo, apunta más allá,
suscita y evoca una dimensión transpersonal.
En
1969, mi hermano José Luis y yo acompañamos a un entusiasta Mauro Páez Pumar a
la iglesia de Las Mercedes en la parroquia de Altagracia en Caracas para ubicar
y desenterrar los restos de Revenga sin la certeza de poder dar con ellos.
Tuvimos
que hacer remover un piso de mosaico en una nave a la izquierda de la nave central, luego se
levantó una gruesa capa de cemento. Dimos con el piso de ladrillo original y
sobre él encontramos una pequeña lápida de mármol y detrás de ella una urna. En
la inscripción sobre la lápida leímos: “JRR, 9 de marzo de 1852, recuerdo de
sus hijos”.
Días
mas tarde los restos de Revenga fueron trasladados con toda solemnidad y
honores en ceremonia al vecino Panteón por decisión del Presidente Rafael
Caldera y colocados en el altar mayor a
un costado y a los pies de Bolívar quien solía decir de Revenga “es mi otro yo”.
Nuestros padres y esposas nos acompañaban.
Los
ecos de las vidas republicanas de los integrantes de la Generación de la
Independencia no se extinguen. Muchos de
ellos rebotan, reverberan y retumban,
para siempre, dentro de las paredes del Panteón.
Resuenan
en su soledad para luego irrumpir extramuros, para propagarse puertas abiertas
y así rasguean las cuerdas de nuestro subconsciente colectivo en la búsqueda de
un nuevo acorde para su música callada.
Bolívar
y la Generación de la Independencia –creo que podemos llamarla también con toda
propiedad la Generación de la Libertad- nos convocan a que hagamos nuestros los
valores que sirvieron de guía para sus acciones:
El
arrojo en las contiendas civiles, la lealtad como base de la amistad, la destreza en la práctica del
oficio del estadista, el manejo probo de la hacienda pública, el ideario de
libertades.
Con
demasiada frecuencia, y a través de todas las edades de la República, hemos
incumplido con dicha convocatoria. Hemos
sido sordos al llamado. Hemos reincidido una y otra vez en lo que Arturo Uslar
Pietri en su discurso en el Congreso Nacional en el Bicentenario del Nacimiento
del Libertador describió como: “No es esto lo que Bolívar hubiera querido.”
Frente
a ese trágico venir a menos, a ese
camino desandado, a esa incoherencia fundamental, surge, se yergue y se
contrapone el más profundo ser de nuestra gente.
Como
el mismo Uslar lo calificó en otra ocasión:
“Si
algo hemos sido es un pueblo que nunca se ha resignado a la injusticia ni ha
hecho las paces con la indignidad.”
Entre
esas dos dimensiones bascula la siembra de la Nación. El desenlace entre
el rehacer y el deshacer de la República
depende del rumbo que demos a nuestros quehaceres y afanes.
Bolívar
y su Generación de la Independencia lo
claman sin cesar y nos lo reclaman a bandera desplegada, a tambor batiente y
paso redoblado.
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