Carlos
Mauricio Melo Pedroza 27 de agosto de 2017
@carlosmelo1962
Las llaves del Reino de Dios: "En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesárea
de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el
Hijo del hombre?» Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista;
otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas» Luego les
preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y
le dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le dijo entonces:
«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún
hombre, sino mi Padre que está en los cielos!» Y yo te digo a ti que tú eres
Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no
prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo
que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la
tierra quedará desatado en el cielo. Entonces Jesus ordenó severamente a sus
discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías" Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
Jesús llama bienaventurado a Simón por su fe, reconociendo en
ella un don, un don especial del Padre, y le dice:
"Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia".
Jesús atribuye a Simón este nuevo nombre: "Pedro",
que en la lengua de Jesús suena "Cefas", una palabra que significa
"piedra". En la Biblia este nombre, "piedra", está referido
a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos,
sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto.
Jesús siente en su
corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción
del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe fiable,
sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es
decir, todos nosotros. Todos nosotros.
Jesús tiene el
propósito de dar vida a su Iglesia, un pueblo fundado ya no en su
descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una
relación de amor y de confianza...
Hermanos y hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede
también en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo,
el Hijo del Dios vivo. Esta Palabra de Dios interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo
va tu fe?
Cada
uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el
Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón
arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo?
Si el
Señor encuentra en nuestro corazón, una fe, no digo perfecta, pero sincera,
genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales
construir su comunidad.
Oremos
a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen
María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero:
"Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Ésta es una confesión de
fe. Éste es precisamente el Credo.
Pero
podemos repetirlo tres veces todos juntos: "Tú eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo". Todos juntos: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
vivo". "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". "Tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios vivo". (Homilía en Santa Marta, 24 de agosto de
2014).
Carlos
Mauricio Melo Pedroza (Tomado de PildorasdeFe.net)
@carlosmelo1962
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