Carlos
Mauricio Melo Pedroza 26 de septiembre de 2017
@carlosmelo1962
Luego de
pasar la frontera entre Venezuela y Brasil está un poblado que se llama Villa
de Pacaraima o BV-8 donde hay negocios de carretera que venden algunos
souvenirs para venezolanos desprevenidos. La carretera brasileña hasta Boa
Vista estaba en condiciones similares a la venezolana, y recorrimos los casi
220 kilómetros en medio día, en algún momento y aún no sabemos por cual razón,
el marrón de Pablo bajaba la velocidad y nosotros nos alejábamos de ellos, así
que luego nos deteníamos y los esperábamos, eso ocurrió dos o tres veces hasta
que dijimos que nos alcanzaran en Boa Vista y el azul ya sin ningún lastre,
atravesó el puente sobre el Rio Branco y llegamos a la capital del estado
brasileño de Roraima a media tarde brasileña del viernes 18 de febrero de 1983.
Me llamo la atención que del lado brasileño no hay la belleza de paisaje que
hay del lado venezolano, el paisaje es seco, triste y desolado… el de Venezuela
es alegre, verde y con mucha agua.
En Boa
Vista nos impresionaron varias cosas, las amplias avenidas de una ciudad que no
existía, y que confluían a una gran redoma o glorieta que era como el centro de
la ciudad. Los edificios públicos, eran grandes, como sobre diseñados para la
ciudad, lo mismo que las avenidas. Pero las casas de la gente eran, en general, bastante
humildes y finalmente la cantidad de farmacias, en cada esquina
había una.
Llegamos
a un hotel bastante bueno, la verdad queríamos bañarnos bien y salir a ver de
qué se trataba eso que llamaban el Carnaval y que aun en esta pseudo ciudad se
sentía, había pancartas invitando a fiestas en clubes o en plazas públicas y
también invitando al desfile de carrozas en la avenida principal. En el hotel
prendí el televisor y Rede Globo solo hablaba del carnaval en las diferentes
ciudades del país y ocasionalmente mencionaba las inundaciones que en ese
momento azotaban al país y que llevaba ya varias víctimas fatales.
Al final
de la tarde, Pablo y Juan Carlos no se reportaban, así que Darío y Jorge se
fueron a la entrada de la ciudad a ver si llegaban, yo me quede en el hotel, me
bañe y me fui a curiosear el desfile de carnaval que era en una avenida cercana
a nuestro hotel. Había mucha gente, supongo que toda la ciudad estaba allí, y
ya todos los espacios estaban ocupados, y no había forma de pasar, pero vi que
había una tribuna donde había espacio, me fui hacia ella, intente subir, pero
había un oficial de la policía que me decía cualquier cosa en portugués,
cualquier cosa que yo entendí era que esa era la Tribuna Presidencial donde
estaba el Gobernador y el Rey Momo (el rey del carnaval), pero como yo le
insistía que yo no entendía y que yo venía de Venezuela y supongo que en esa
época no éramos muchos los que llegábamos allá, el hombre finalmente se dio por
vencido y me dejo pasar, vi mi desfile de carrozas al lado del gobernador y
flanqueado por el Rey momo, quien en un gesto de solidaridad carnavalesca
internacional me brindo dos caipiriñas, que yo acepte gustoso en nombre del
noble pueblo venezolano. Después de un rato y preocupado por mis compañeros de
aventura decidí dejar mi preferencial puesto y volver al hotel.
Al rato
llegaron Darío y Jorge, Pablo y Juan Carlos nunca llegaron, muy preocupados por
ellos, pero dado que teníamos la misión de investigar de qué se trataba el
famoso carnaval carioca, aunque no estábamos en Rio, y por tanto este carnaval
no era el carioca, nos fuimos a las plazas públicas a bailar samba o lo que
fuera.
Llegamos
a una plaza, mucha gente bailando, una orquesta tocaba la batucada con los tambores,
tamborcitos, tamborsotes, pitos y piticos, y la gente con gran orden hacia una gran
fila, cada quien con su vaso en la mano, a un lado de la plaza un grupo de
soldados se ocupaba de servir cerveza gratis a quienes hacían la fila. Era
verdaderamente una cosa de locos, la cerveza era gratis y quienes la servían
eran los soldados o quizá policías, yo no sé, pero eran de un servicio de
seguridad del estado.
Estuvimos
allí, obligados por la curiosidad y para saber si la cerveza Brahma era de
buena calidad, tuvimos que hacer la fila varias veces para confirmar nuestra
sospecha, la cerveza si era buena y estaba bien fría.
Luego
fuimos a otras dos plazas y el modus operandi era el mismo, el pan y el circo
le funcionaba perfectamente al gobierno cuasi-democrático que tenía Brasil en ese momento
y por supuesto las inundaciones no podían ser más importantes que esta mega
fiesta.
También
pasamos por alguno de los clubes privados, pero recuerda que éramos estudiantes
y preferimos seguir el lema de nuestra universidad “Del pueblo venimos y hacia
el pueblo vamos” y nos quedamos en las plazas públicas.
En algún
momento nos fuimos a acostar, quien sabe a qué hora y después de cuantos
análisis de porque un soldado le regala cerveza a unos borrachos. A la mañana
siguiente nos levantamos mas o menos temprano, la verdad temprano para la rumba
que vivimos, pero Pablo aún no aparecía, así que raudos y veloces salimos a la
ciudad, compramos algún souvenir, yo una camisa y Darío una gorra de equipo de
futbol de Rio de Janeiro Flamingo, gorrita que Darío nunca más se volvió a quitar
hasta que se graduó de Ingeniero mecánico, creo que alguna promesa hizo Darío
en Boa Vista. Jorge era turco, no compró nada.
A esa
hora, digamos las nueve de la mañana, la ciudad estaba como si no hubiera
pasado nada, no había un vaso o una lata de Brahma en el suelo, ni un papel, ni
nada, el circo fue anoche y seguro esta noche también, pero de día es “Ordem e
Progresso” como dice la bandera de la República Federativa do Brasil.
Después
de las compras entregamos las habitaciones y salimos para Venezuela, ya
extrañábamos nuestra patria. Recorrimos de vuelta los 220 kilómetros de
resequedad y llegamos a Santa Elena, no fue una sorpresa ver que aun las latas de
polar estaban en el suelo, nada había cambiado en nuestra ausencia.
Conseguimos
a Pablo y a Juan Carlos y fuimos a celebrar que estaban bien.
Al otro
día salimos temprano, una llamada telefónica nos alertó que habían adelantado
las inscripciones del siguiente semestre y por el número de cédula de identidad Jorge y Darío
inscribían el lunes, debían estar en Puerto la Cruz al día siguiente así que el viaje debía ser en
un solo tramo hasta Ciudad Bolívar y de allí casi seguido a Puerto la Cruz.
Al pasar
por San Ignacio de Yuruaní, a aproximadamente 60 kilómetros de Santa Elena y
faltando los mismos 700 kilómetros para llegar a Ciudad Bolívar, el filtro de
aceite volvió a tronar, paramos en el retén militar. En ese pueblo estaba la
casa de nuestro salvador John Junior, lo buscamos y vino en nuestro auxilio,
ahora si se determinó que la causa de porque se rompían los filtros era que la
base del motor del CJ5 azul se había roto y al caer sobre un lado, se golpeaba
el filtro y este se rompía, mucha suerte tuvimos que aguanto el viaje a Boa
Vista.
Pero, no
había esas bases en los basureros, así que no había nada que hacer y
Termodinámica Avanzada de Darío esperaba por los 40 bolívares de la inscripción
y nosotros estábamos a casi 1000 kilómetros de distancia de Puerto la Cruz y
sin forma de llegar.
Pero
Darío se las sabia todas, era un zorro viejo y con esa gorra de la suerte del
Flamingo se las ingenio, resulta que en San Ignacio había un aeropuerto de la
gran CVG, que servía a los bomberos que cuidaban las cabeceras del rio Caroní
que surte a las presas de Gurí y Macagua, así que luego de dialogar con John
Junior, el próximo vuelo a Puerto Ordaz llevo de pasajeros a Darío y a Jorge.
Yo, como
no tenía apuro y como no cabía en la avioneta de CVG me fui con Pablo en el CJ7
marrón. Ya el viaje no tuvo más inconvenientes, llegamos a medianoche a Ciudad
Bolívar dejando abandonado el CJ5 azul en San Ignacio de Yuruaní.
Como te
decía al principio, recuerdo perfectamente las fechas porque nos fuimos de una
Venezuela con una tasa de cambio de 4.30 Bs por dólar y volvimos a una
Venezuela devaluada con una tasa de cambio controlada de 7.50 Bs por dólar. Una
Venezuela que nunca más fue la misma.
Yo la
siguiente semana fui a Puerto la Cruz, inscribí mis materias, pero el equipo
del CJ5 azul debía volver a la Gran Sabana a recuperar su corcel, así que
planificamos el viaje de salvamento, pero eso... eso es otra historia y esa si
fue "La Historia".
Carlos
Mauricio Melo Pedroza
@carlosmelo1962