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domingo, 8 de octubre de 2017

Espiritualidad cristiana, por @felixpalazzi



FÉLIX PALAZZI 07 de octubre de 2017
@felixpalazzi

Hoy en día la palabra espiritualidad abarca una gama de significados tan amplios y variados que, difícilmente, podríamos llegar a tener una referencia conceptual clara de lo que ésta significa. La Real Academia Española alude a un “estado”, “naturaleza” o “condición”. Aquello que llamamos espiritualidad estaría vinculado a estados de ánimos y sentimientos, o arraigado a un grupo de naturaleza religiosa. Para muchas personas, la forma más común de abordar este término es mediante la oposición de realidades distintas. Lo espiritual sería lo opuesto a lo “terreno”, “histórico” o “material”, o todo lo derivado de ellos. En esta concepción la espiritualidad no tendría relación alguna con las mediaciones históricas o las actividades y organizaciones que trabajan por la justicia y el compromiso social. También hay quienes la entienden como un conjunto de ideas que nos remiten a la vida interior o espiritual de una persona o grupo. Para éstos, la espiritualidad sería una experiencia de carácter privado y subjetivo.

Tradición cristiana

Estas maneras de entender lo que es la espiritualidad no corresponden con su significado más genuino dentro de la tradición cristiana. Esta no puede ser reducida a una práctica religiosa hecha por un grupo selecto de personas, y menos a una forma de ser que pueda ser considerada “elevada” respecto del mundo. Por ello, en medio de este complejo mundo de significados no es extraño escuchar en boca de algunos creyentes frases como “la fe y la Iglesia deben encargarse y restringirse únicamente a lo espiritual”.

¿Podemos, entonces, decir algo acerca de la naturaleza de la espiritualidad cristiana? En palabras de San Ignacio de Loyola, la espiritualidad dice de “nuestro modo de proceder”. Esta no puede ser reducida a unas cuantas prácticas piadosas o a estados de ánimo subjetivos. Mucho menos se refiere a experiencias extrasensoriales. Si la espiritualidad habla de “nuestro modo de proceder”, entonces afecta a nuestro modo de actuar y de relacionarnos con los demás en la vida cotidiana. Pero si hablamos de espiritualidad “cristiana”, nos estamos refiriendo a un modo específico de proceder, de discernir y vivir en la sociedad. Esto es lo que los primeros cristianos quisieron comunicar en el Evangelio de Mateo (Mt 25,35): “tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me acogiste, estuve desnudo y me cubriste, estuve enfermo y me visitaste, en la cárcel y me viniste a ver”.

Verdadera espiritualidad

De este modo, la relación con el otro pasa a ser la medida y la densidad de nuestra verdadera espiritualidad. El jesuita Karl Rahner, uno de los teólogos más influyentes en el siglo XX, mencionó que “el cristiano de mañana o será místico, o no será cristiano”. Esta frase, convertida ya en lugar común, quiere hacer referencia a que el cristiano de hoy debe ser capaz de descubrir a Dios en medio de su historia y existencia concreta, o no será cristiano, porque amar a Dios presupone que amemos al prójimo.

En tal sentido, la espiritualidad no busca aislarnos del mundo ni separarnos de la realidad cotidiana, como una especie de burbuja artificial o una prenda que debo lucir para destacarme. La espiritualidad es la forma y el modo en que procedo en medio de mi historia personal y comunitaria, cuando encuentro a Dios en el servicio al otro, que es siempre, y ante todo, un hermano. Si el Dios cristiano es profesado como relación trinitaria, entonces la espiritualidad no puede ser entendida desde el aislamiento o la indiferencia ante el drama de los demás.

Félix Palazzi
Doctor en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@felixpalazzi

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