DANIEL SAMPER PIZANO 03 de septiembre de 2017
Crecí
en Colombia consultando (y amando) el Diccionario de la Real Academia Española,
sobre el entendido de que lo gobernaban los españoles pero estaba al servicio
de todos los hispanohablantes. Por eso no me sorprendía que señalara como
propias de ciertas comarcas americanas palabras tan extendidas como pibe,
mientras que localismos peninsulares como churumbel – que significa lo mismo
que pibe-- aparecían sin pasaporte alguno. En los últimos treinta años he
vivido desde Madrid la democrática transformación del Diccionario de la
Academia Española en un manual elaborado por todos los que hablamos la misma
lengua.
De
allí mi sorpresa al ver que se propone ungir como aceptable la palabra iros,
forma incorrecta de un imperativo del verbo ir (idos). Resulta interesante que
no se trate de un adjetivo o sustantivo, como pibe o churumbel, sino de una
conjugación que introduce un cambio estructural. Y llama más la atención que no
afecte a todo el sistema de imperativos de segunda persona del plural, sino
solo a ir. Así que vale iros, pero no valen comeros, dormiros ni marcharos. Las
autoridades lo justifican por tratarse de una incorrección muy generalizada.
Quizás, pero solo en algunas zonas de España. Si la pujanza estadística basta para
producir tan drásticos cambios, pronto deberían acomodarse al lado de iros el
“¿Cantái vallenatos?”, de Macondo, el chileno “¿Cachái lo que te digo?” o el
caribe “Ven acá, mi amol”. ¿Acaso la criba consiste en exigir el uso escrito de
la palabra? Cuidado: estas pululan, degradadas, en las redes sociales.
No soy
purista. Siempre he dicho que en sexo y lenguaje lo importante no es la pureza
sino la higiene. Pero nunca pensé que al léxico reconocido de nuestra lengua
podría ingresar primero el iros que el vallenato. Es difícil no percibir en
este hecho un tufillo… ¿populista?... ¿imperial?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario