GONZALO LÓPEZ SÁNCHEZ 11 de septiembre de 2017
Un terremoto es
la vibración de la Tierra producida por una rápida liberación de energía. Los
más pequeños liberan una energía similar a la de un relámpago, pero los
más poderosos podrían igualar al consumo anual de electricidad en Estados
Unidos y superan con mucho a las explosiones atómicas más potentes.
Según
se explica en «Ciencias
de la Tierra», escrito por los geólogos E. Tarbuck y F.
Lutgens, los terremotos se suelen producir por el deslizamiento de
la corteza terrestre, la capa más superficial de la parte rocosa de la
Tierra, en torno a una falla, que es una especie de cicatriz que se
produce en zonas donde esta capa es más frágil. Los temblores aparecen porque,
a medida que se van deformando y doblando algunas partes de esta capa
superficial (litosfera), se va almacenando energía elástica, al igual que una
goma que se estira cada vez más. Pero cuando estas rocas alcanzan su límite de
deformación, se fracturan y liberan esa energía acumulada en forma de
vibraciones sísmicas.
Así,
de forma similar a lo que ocurre cuando se lanza una piedra a un estanque
tranquilo y se producen ondas concéntricas, desde el origen se libera energía
en todas direcciones. A este origen se le llama foco o hipocentro y
desde él se proyecta una línea vertical hacia la superficie para designar el
llamado epicentro. Sea como sea, cuando esas ondas se liberan,
pueden llegar hasta la superficie y sacudir los cimientos de los edificios y
también viajar horizontalmente por el interior de la Tierra.
Una
vez que se produce esa repentina liberación de energía, a veces los
materiales necesitan cierto tiempo para acomodarse, y por eso no es extraño
que se produzcan las llamadas réplicas,
es decir, terremotos más débiles que el principal, incluso varios días después.
Los movimientos de la Tierra
Hay
muchas pruebas de que la corteza se levanta (forma cordilleras, por ejemplo),
de que se adentra en las profundidades o incluso de que se mueve
horizontalmente. Los científicos explican estos inmensos movimientos acudiendo
a la teoría de la tectónica de placas, según la cual grandes porciones
de la corteza terrestre (placas tectónicas) se
están moviendo lenta y continuamente. Estos bloques interactúan entre sí, y
deforman las rocas de sus bordes. Es precisamente en esas zonas de interacción
donde se originan la mayoría de los terremotos.
Estas
regiones, que ya hemos dicho que se conocen como fallas, pueden ser muy grandes
y pueden generar grandes terremotos, como por ejemplo la falla de San
Andrés, que mide cerca de 1.300 kilómetros y que separa
dos enormes bloques, la placa Norteamericana y la placa del Pacífico. Pero lo
más habitual, es que las fallas estén inactivas y no generen terremotos.
Frecuencia de los terremotos
Al año
se producen más de 300.000 terremotos con magnitud suficiente para dejarse
sentir a lo largo y ancho de todo el mundo, pero por suerte la mayoría son
temblores pequeños y que producen pocos daños. Normalmente, solo tienen
lugar 75 terremotos significativos cada año, y muchos de ellos se producen
en regiones remotas. Con todo, se calcula que cada año se producen por término
medio 18 terremotos importantes y 1,4 terremotos muy grandes.
Cuando
los terremotos se producen cerca de poblaciones importantes, el temblor del
terreno y la licuefacción de
algunos sólidos (vídeo
aquí) pueden ser totalmente devastadores. Además, tal como
ocurrió en el terremoto de San Francisco de 1906, las vibraciones pueden romper
las tuberías de gas y provocar incendios muy destructivos, a la vez que las
tuberías del agua quedan inservibles.
La escala de Richter
Aunque
hay varias medidas para representar la potencia de los terremotos en todo el
mundo, una de las más habituales es la magnitud de Richter.
Esta se obtiene a partir de un tipo de onda superficial que se produce en los
terremotos y al aplicar una escala logarítmica, de modo que cada unidad
de magnitud de Richter corresponde a un aumento de la energía de 32 veces:
es decir, un terremoto de magnitud 4 en la escala de Richter libera 32 veces
más energía que uno de magnitud 3, aproximadamente.
Para
hacerse una idea del poder de estos movimientos, un terremoto de magnitud 4
libera una energía comparable a la de una explosión de 500 kilogramos de
dinamita mientras que la prueba atómica de 1946 en el atolón
Bikini liberó una energía comparable a un terremoto de
magnitud 6 en la escala de Richter.
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