Luz Ivonne Ream 23 de septiembre de 2017
Mexicanos,
al grito de guerra
el
acero aprestad y el bridón,
y
retiemble en sus centros la tierra.
al
sonoro rugir del cañón.
Ciña
¡oh patria! tus sienes de oliva
de la
paz el arcángel divino,
que en
el cielo tu eterno destino
por el
dedo de Dios se escribió.
Más si
osare un extraño enemigo
profanar
con su planta tu suelo,
piensa
¡oh patria querida! que el cielo
un
soldado en cada hijo te dio.
Letras
de nuestro Himno Nacional que hoy todos los mexicanos hacemos vida. Creemos en
Dios, en que nuestra patria eterna es el cielo. Creemos que cada uno de
nuestros nombres está escrito por el dedo de Dios. Fuimos creados por Él con
madera de soldados y defenderemos nuestro suelo -patria- dando la vida por ella
si es necesario. Somos guerreros con corazón de acero -fuerte-, pero con la
sensibilidad y la nobleza de un niño.
Escuchar
cómo se entonaba el Himno como símbolo de unión y fraternidad por esos
rescatistas que hacían -y siguen haciendo- todo por salvar vidas. Ver izar
nuestra Bandera Mexicana parada, erguida entre los escombros en señal de que, a
pesar del dolor, los mexicanos seguimos en pie de lucha. Con su verde significando
esperanza. Con su blanco que representa la unidad y la pureza de nuestra fe. Y
el rojo la sangre de nuestros héroes hoy vestidos con casco y pala.
En
diversas partes de la gran urbe al unísono las voces para entonar esa otra
canción que tanto nos caracteriza: “Cielito Lindo” como canto de júbilo y
fortaleza. “…Ay, ay, ay, ay canta y no llores. Porque cantando se
alegran cielito lindo los corazones…” Hoy mi México llora porque
ha perdido bienes -y màs importante vidas-, pero también canta su corazón de
alegría por la esperanza y la ayuda recibida por tantos y tantos que le aman y
le apuestan a este pueblo que hoy se encuentra herido, lastimado, más nunca
vencido. No importa en què parte del mundo nos encontremos hoy todos los
mexicanos somo uno y a todos nos duele el alma. Ayer tembló en nuestra patria,
se movió la tierra y hoy los que se mueven son los corazones.
Mi
México querido volvió a teñir sus calles de sangre, de llanto, rabia e
impotencia al ver que, literal, el mundo se le venía encima. Sin embrago, no
tardó nada en demostrar que el corazón de los mexicanos es más grande que la
tragedia.
¡Fuerza
México! Dos palabras que definen del espíritu de mi pueblo, de la madera de la
que estamos hechos. Y para muestra “el milagro de Morelos”, el bebé que nació
en medio de la tragedia. Su llanto al nacer fue un grito de que la vida es más
grande que cualquier terremoto. O ese otro sollozo del niño que fue rescatado
de entre los escombros, llanto que se convierte en un canto a la vida. ¡Viva
México! La voz que se escuchaba cada vez que se rescataban a personas de entre
los deshechos y que a todos nos empujaba a ponernos de rodillas para con llanto
en los ojos voltear nuestra mirada al cielo y darle gracias a Dios por una vida
más encontrada.
¡Fuerza
México! El cielo nos está dando otra oportunidad de hacer las
cosas mejor. Somos una nación amante de “La Verdad”, de la vida, de los valores
familiares. Tenemos un corazón que no nos cabe en el pecho, lleno de nobleza y
generosidad. Se equivocan todos aquellos que dicen que los mexicanos tenemos el
gobierno que nos merecemos. Al contrario, ellos no merecen un pueblo tan lleno
de bondad, tan admirable por sus valores, por su piedad, por su amor a nuestra
Morenita del Tepeyac.
¡Fuerza
México! Con el pecho erguido y el rosto en alto se me llena
la boca al decir ¡soy mexicana! México es mi patria y a mucha honra grito:
¡Viva México! ¡Viva Santa María de Guadalupe! Es el país que me vio nacer y al
que llevo en la piel. Mi gente, la más generosa y buena. La que se quita el pan
de la boca cuando ve el hambre en el hermano necesitado.
La que
seca las lágrimas del que sufre, no importando si el corazón de ella está hecho
pedazos. La que siempre está lista para ayudar y dar la mano al hermano en
desgracia, sin importar si es de día o de noche, si es rico o es pobre. La que
entrega el corazón sin medida, la que ama con pasión, la que sigue creyendo en
la gente a pesar de la traición.
Esta
es mi gente, mi pueblo, mi nación, mi país al que llevo tatuado en la piel. Un
lugar lleno de héroes que están dispuestos a dar su vida por salvar la vida de
los demás. Héroes que no necesitan de títulos profesionales -mucho menos
nobiliarios- para destacar y sobresalir. Basta ver sus manos callosas,
ensangrentadas, totalmente entregadas al servicio de su patria para darnos
cuenta del tamaño de su corazón, de lo que hay en su interior.
¡Fuerza
México! El corazón palpita alto al ver esos brazos levantados
en señal de silencio. Callados sentimos el deseo de gritar nuestra Fe, pero nos
contentamos con orar al Dios de la vida porque con el silencio viene la
esperanza de encontrarla. Así como Moisés levantaba en sus brazos la “Vara de
La Verdad”, nosotros levantamos la mano de la esperanza, de “La Vida”. No hay
cansancio que nos tumbe cuando la Fe nos sostiene.
¡Fuerza
México! Mi gente noble que elige no mantener memoria de lo
malo ni de los abusos sufridos, sino que se enfoca en reavivar los recuerdos de
aquella voluntad vivida hace 32 años cuando mano a mano se mantuvo de pie sin
importar si las piernas temblaban o la voz se les rompía en llanto para salir
delante de aquella tragedia. Ayer como hoy el espíritu del águila real que cada
uno llevamos dentro se hace presente, listos para levantar el vuelo,
triunfantes. Para resurgir de entre las cenizas cual Ave Fénix como tantas
veces lo hemos hecho.
Mi
México, el amor es la respuesta; el Rosario nuestra arma.
Volvamos a poner nuestra mirada y nuestro corazón únicamente en quien es “El
Camino, La Verdad y La vida”. Este zangoloteo que vivimos es un llamado para
despertar, para abrir los ojos y ver “La Verdad”, sobre todo, vivir en ella. No
es un castigo de Dios como muchos nos lo han querido hacer ver, pero si un
llamado a hacer cambios, a la conversión. Después de tanto dolor, tanto
sufrimiento y llanto no podemos ser los mismos.
No es
tiempo de lamentaciones, sino de seguir obrando hacia el cambio. Es tiempo de
hacer un parón para meditar mediante un profundo examen de consciencia personal
sobre lo que ha sido nuestra vida hasta hoy y hacer los cambios necesarios para
ser aún mejores. Esto que vivimos fue realmente una tragedia, pero también una
oportunidad para comenzar de cero. Que no nos mueva solo la parte sensible y
que este ímpetu y solidaridad que hoy tenemos los mantengamos latente y lo vivamos
como un estilo de vida.
Hoy
Cristo llora junto con nosotros al mismo tiempo que nos ofrece sus brazos
abiertos para descansar en ellos. Él mismo lleva nuestras súplicas, nuestras
plegarias, nuestros sufrimientos al Padre. Cada lágrima derramada es esta tragedia
nuestro buen Jesús, junto con nuestra Santísima Madre las recoge y se las
ofrecen al Todopoderoso.
Así
como escribí sobre “Lo que aprendí sobre el huracán Harvey”, esta vez reiteré
lo que siempre he sabido: como mi México lindo y querido no hay dos. Y como
dice la canción:
“México
Lindo y Querido
Si
muero lejos de ti
Que
digan que estoy dormido
Y que
me traigan aquí
Que
digan que estoy dormido
Y que
me traigan aquí
México
Lindo y Querido
Si
muero lejos de ti”.
¡Fuerza
mi México! ¡Yo creo en ti!
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