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martes, 19 de septiembre de 2017

DESPUÉS DEL HURACÁN, por @jlcestari




José Luis Cestari, 18 de septiembre de 2017
@jlcestari

DESPUÉS DEL HURACÁN, por @jlcestari
El día amaneció claro y discreto. Hay hojas secas, de aquéllas que se ufanaban en las ramas del arbusto de enfrente, esperando por alguna brisita tímida que, al menos a esta temprana hora, aún no llega. Pocos días hace que ocurrió el huracán más grande de lo que va del siglo. Acabo de leer el mensaje de Facebook de mi vieja amiga María Eugenia Suárez, hoy triste y sensible por la reciente trascendencia de su esposo.
Con ojos de patriarca camuflado, intento evaluar el ambiente interno del apartamento donde vivimos en Doral, y siento la necesidad de asumir mi rol de padre y abuelo con aún más entereza que lo usual, dada la espantosa experiencia que hemos tenido con el huracán “Irma” en los Estados Unidos. Como tenemos un bebito aquí, mis ojos de abuelo se encompinchan con mi corazón para asombrarse de la buena suerte que nos acompañó: La luz apenas parpadeó unas dos veces, mientras que afuera casi no podíamos ver de la gigantesca velocidad del viento embravecido y de la lluvia intensa.
Es mi primera experiencia con un huracán. Como a todos los que en este estado habitamos, a nuestro pequeño grupo familiar nos tocó la compra nerviosa de agua embotellada para varios días, latas y demás alimentos no perecederos. Baterías para linterna. Cargar las de repuesto de los celulares. Revisar y consultar lo de ventanas y puertas, que suelen haber sido construidas para resistir tales eventualidades de acuerdo al año de construcción del edificio…más otras no. Tener los medicamentos a mano y ordenados. Organizar los recursos de emergencia de forma que puedan encontrarse con relativa facilidad, aún en la oscuridad. Poner gasolina al carro de los hijos, haciendo la fila (cola) respectiva. Revisar nuestro pijama y ropa ligera de casa, a fin de tener todo a mano. Mantener la TV encendida, mientras haya electricidad. También bajamos unas aplicaciones telefónicas para poder acceder a la información de uno de los canales a través de internet.
Pero ya todo pasó. El huracán nos pasó por el lado oeste, no entró de frente. En el sitio donde vivimos se nota claramente que algo o “alguien” nos vapuleó, nos “estrujó” diríamos en “venezolanísima criollez”; algunos árboles rotos, otros caídos y otros arrancados de raíz; ya a varios días del huracán, recién los negocios abren. Al día siguiente del mismo salimos a ver la ciudad y encontramos un Publix abierto…con su aire acondicionado, sus luces y sus empleados uniformados y sonrientes…como si nada…algunos estantes vacíos…pero logramos comprar algo. Aún los sistemas electrónicos de pago restableciéndose.
Impresiona la capacidad de resiliencia de este país. Su ímpetu vital para repararse y renovarse. Hasta me parece que el huracán fue como si hubiésemos bajado unas actualizaciones necesarias o restaurado la computadora a una fecha anterior. Como si la brisa nos sopló encima y ahora nos sacudimos la basurita de la ropa y el cabello para seguir con…La Vida.
Le pido ahora diariamente a Dios que nos mande un buen huracán de amor, libertad y restauración nacional a nuestro país Venezuela. Que sople duro con su brisa lluviosa y lave las miserias y maldades. Que arrase con las élites corruptas y criminales. Que arranque de cuajo los árboles del deshonor, de la envidia, del sadismo, de la locura asesina. Que genere y mantenga luz y aire acondicionado en medio del ambiente inhóspito y aire enrarecido. Que acolchone los ruidos y pacifique la vida toda. Que expulse al mal y lo transmute en su ojo ciclónico, cual agujero negro interdimensional.
Sinceramente creo que Dios escucha y nos complace en cosas. El huracán “Irma” venía directo hacia acá, con toda su fuerza destructiva de categoría 5, y “algo” lo desvió. Abundan las explicaciones científicas, pero sus autores saben que no son suficientes…hasta ahora, nadie sabe qué o quién desvió a Irma. Mi amigo Dr. Santiago Sifre dice: -“Tenemos experiencia en huracanes, mas no en uno gigantesco de categoría 5. Quizá si ese huracán nos hubiese llegado a tocar no la estuviéramos contando”. A lo mejor es otra cosa, pero soy hombre espiritual y lo llamo Dios, ante cuya Majestad me inclino. Y todos oramos para que EL nos escuchase y complaciese. Porque si las cosas hubiesen ocurrido como –aterrorizadamente- las veíamos venir, el amigo Santiago hubiese tenido razón, es decir, muchos no hubiésemos sobrevivido.
Irma me dejó tres grandes lecciones y un hecho curioso:
1. Estamos en época de huracanes. Por eso espero uno de siete estrellas de categoría, bien potente y barredor –metafóricamente hablando- que se lleve todo lo malo de Venezuela.
2. Y espero que, así como con “Irma”, nuestro Dios en vez de desviarlo ahora lo concentre y dirija a arrancar de raíz la maldad existente.
3. Y que nos recuperemos. Que salgan a la calle las cuadrillas del Amor, de la Bondad, de la Decencia, de la Educación, de la Salud, de la Belleza y de los Valores, a devolvernos el país que desde hace ya mucho nos merecemos.
El hecho curioso es que nunca supe antes lo que era un huracán…ni tampoco lo que era un vértigo. Girar, girar y girar…cosa tremenda. Puedo intentar explicarlo racionalmente, pero no me lo creerían. Lo dejo a sus valiosas consideraciones.

José Luis Cestari
@jlcestari

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