Jeannette
Salgado Montilla, 16 de septiembre de 2017
@jlsmcf
La Guagua…, por @jlsmcf
Esta anécdota de mi vida la recordé al leer las
anécdotas de mi hermano de la vida, Carlitos Mauricio...
Transcurría el año 2002, octubre, para ser
exacta... yo estaba recién llegada a Puerto Rico a estudiar mi maestría,
tratando de aprender a desenvolverme en un ambiente nuevo y sin los recursos
para pagar constantemente un taxi o comprarme un carro... mi primer día en el
RCM pregunté a la secretaria del programa: "¿dónde se toma un
autobús?", y provoqué la risa de medio mundo: "¡nena, la guagua se
coge en las paradas que tienen el aviso!"... rauda y veloz recibí una cosa
que parecía una tarjeta de débito que me entregaron "por esta única
vez", y me dirigí a la parada, tratando de asimilar el "se coge"
con la misma risa que a ella le dio imaginarme "tomándome una
guagua"...
Cualquier estudiante de mi época en Venezuela sabe lo que es subirse a un autobús bien temprano en la mañana o al caer la tarde: en primer lugar, casi que tienes que caerte a puños para poder subirte a uno en cualquier calle o esquina designada para tal fin, pues los choferes de autobús se paran donde les da la gana, justo a la hora pico, esa en la que sí no te apuras llegas tarde a clase o la señora que te alquila no te deja entrar si llegas después de la caída del sol, mientras tú vida corre peligro al menos bajo cuatro estudiantes de ingeniería o de medicina que te pisan y empujan porque ellos también van tarde... nunca faltaban el chofer que gritaba a todo pulmón que "atrás hay espacio, mamita, córrete que caben más" y el autobús a reventar de gente sudando... yo fui una que más de una vez casi fue colgando de una puerta o ventana, pues apretujaban a la gente como a salchicha en lata, y todo el mundo suda y suda y suda... por supuesto, todo chofer que se respetaba tenía su asistente: el insustituible "negrito de los reales", todo sudado, oliendo a guaralito'e mono, con mal aliento, las manos sucias y las uñas largas llenas de mugre, que venía a cobrarte diciéndote "son 1.50, mi amolll", y tú tratabas de darle el dinero sin tocar "aquello" y sin expresar asco alguno o te bajaban... y lo más característico: Wilfrido Vargas, o cualquier música estridente a todo volumen!
La travesía era un genuino acto de supervivencia:
en primer lugar, no había un autobús que se respetara que no tuviera por alguna
parte una lata oxidada rompiéndote las medias si te acercabas... si ibas
sentada, nunca faltaba el tipo resentido y lujurioso al cual según él le
quitaste la silla, y que te refregaba contra la cara lo que Dios tan
generosamente le dio cada vez que el chofer frenaba... si ibas parada, los
cuatro estudiantes con los que batallaste por subirte, te aplastaban en total
venganza... pero sin lugar a dudas, lo mejor era la bajada, las opciones eran
morirte gritando "parada, por favor", aplaudir hasta que al chofer le
diera la gana escucharte o silbar... si eras una chica linda e inteligente como
yo, le batías las pestañas al único estudiante que no trató de manosearte
durante el trayecto y él se encargaba de la pérdida total de glamour mientras
tú salías corriendo en la medida de lo posible sin darle el teléfono o decirle
dónde vivías.
Con esos recuerdos en mi mente, llegué a enfrentar mi nueva vida de estudiante... el primer choque fue la parada: señalizada, con un techo y un sitio donde sentarse a esperar... non-no-no, espérate que creo que me fui a un parque o es la entrada de un edificio... me habían indicado que tenía que usar la ruta "B52" y yo mirando por todos lados preguntándome dónde diría eso... Ah, ¿en serio? ¿Hay una cartelera con todas las rutas que pasan por esa parada, las horas y el costo del pasaje?... llega la guagua y era un bus "Pullman" todo cerrado, y yo me pregunto: "¿será que la universidad tiene autobuses de turismo?, no puede ser, un momento, ¿dónde está el letrero de 5 tipos de letra que te indica la ruta?"... la ruta estaba en un letrero electrónico, como yo había visto en tantas películas... abre la puerta, y de la nada aparecen como 10 personas en fila, una detrás de la otra esperando pacientemente que los demás se subieran y dándose los buenos días... yo acostumbrada a mis recuerdos brinco y me pongo de primera en la fila, llega la guagua y el chofer abre la puerta... me pega aquella ráfaga de aire frío, "AAAHHHH!!!! Esto tiene aire acondicionado!"... me subo y en aquello, había sillas para escoger... ehhh, ¿dónde estará el negrito de los reales?... el chofer me dice: "nena, estás haciendo tapón"... no señor, es que no encuentro a su asistente para darle los reales!... el tipo me miró con esta cara de "bruuuttaaaaa" y me pide la "taljeta, polque ya la maquina no agarra chavoh"... ahí fue que caí en cuenta para qué fue que me la dieron, metes tu tarjetita y listo, cero negrito (un empleo informal menos)... arranca la guagua y nadie de pie cerca tuyo, los asientos acolchonados no te rompen las medias, los estudiantes como tú van con su iPod oyendo música, waoooooo!!!!
De repente me doy cuenta que solo se oye la gente conversando
a un volumen normal de voz al estilo boricua... el chofer no se para por mucha
gente que haya estirando la mano y nadie aplaudía, ni gritaba pidiendo parada,
nada!... "¿y cómo me voy a bajar de aquí?"... de repente oigo un
timbre electrónico y una luz se enciende diciendo en inglés que se solicitó
parada... noooo, embuste, no puede ser!... el chofer se detuvo en la parada,
sin atravesársele a nadie, no escuché la clásica mentada de madre acompañada de
otra palabrota y todo el mundo se bajaba en el mismo orden en que se había
subido!... el chofer que ya estaba a punto de decirme "morona"
(bruta), me dice, "nena, otra vez estás haciendo tapón, o te sientas o te
bajas"... y me bajé de aquella maravilla, a buscar donde sentarme a reír,
en parte de mi misma, acababa de pasar por la propia campesina, y francamente,
no me importó!
@jlsmcf
Excelente y divertidísima anécdota . Me encantó. Me arrancó carcajadas pero también me hizo reflexionar sobre lo poco que los boricuas apreciamos y agradecemos las comodidades que tenemos.
ResponderBorrarGracias, Carmen Neri... lo que no dije es que después de pasada la risa, subí a la oficina de mi jefa y le hice el día a todo el mundo, se rieron de mí y conmigo... los boricuas son tan univos y especiales, que terminé siendo pana de los dos choferes de la ruta y más de una vez me dijeron "nena, está es tu parada, tienes que bajarte" y también más de una vez que me quedé dormida me despertaron... con todo y sus imperfecciones, ustedes son maravillosos!
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