Laureano Márquez 11 de septiembre de 2017
La
política es tan antigua como el hombre, tan esencial a su constitución, que
nada menos que Aristóteles consideró que la mejor definición de hombre era la
de “zoon politkon”, es decir, animal que vive en comunidad con otros animales.
Comunidad viene del latín “communitas” y es mucho más que un grupo de personas
viviendo juntas o en cercanía, se trata de un grupo de seres humanos unidos por
valores, por reglas y principios, por ideas sobre el bueno, lo justo, en
definitiva, orientada a la búsqueda de eso que suele denominarse el bien común.
El bien común logra tener tanta fuerza en el seno de una verdadera comunidad,
que a veces los ciudadanos perjudican su propio interés individual, en aras
de este bien superior. De allí las
personas que llegan incluso hasta perder la vida por su comunidad o por salvar
a otros y a las que consideramos héroes. De esto último tenemos noticias
recientes los venezolanos en el doloroso
sacrificio de tantos jóvenes.
En su
celebrado libro “De animales a dioses: breve historia de la humanidad”, el
historiador israelí Yuval Noah Harari, señala que el ser humano logró
constituirse en manadas mucho más numerosas que la de otros animales. Manadas
complejas que fueron esenciales para la supervivencia de la especie y que se
pudieron consolidar gracias a la existencia, dentro de la manada, de una
narrativa compartida capaz de aglutinar a sus miembros de una forma en la que
otras especies no pudieron.
Venezuela
realmente no existe independientemente de nosotros. Es un concepto, un conjunto
de ideas que une a una manada de seres humanos que poblamos cierto espacio
territorial. Sin humanos no hay Venezuela. Las cosas existen porque las
pensamos, el entendimiento constituye su objeto, que diría Kant (mal explicado,
pero no importa: Kant nunca será bien explicado).
Lo más
grave del tiempo que vivimos es la destrucción de la idea. De esa idea de
Venezuela de la que tenemos el peor concepto sus pobladores; de la idea de bien
común, que consideramos inexistente en este estado de sospecha colectiva en el
que vivimos todos y en el que la palabra “traidor” tiene altísima cotización;
de la idea de libertad y democracia, pervertidas hasta el punto de que en ellas
se fundamenta -en un alarde de cinismo pocas veces visto en la historia
universal- su propia aniquilación. La manada está en estampida, huye de la
muerte. El primitivismo se instaló en nuestro destino.
Desde
el régimen chavista se ha intentado destruir física, moral y espiritualmente a
esa idea que solemos llamar Venezuela. Sus líderes envilecieron la vida
colectiva, la colmaron de ruindad, delito, perversión, asesinato, tortura,
robo, en definitiva de todo aquello que atenta en contra de la idea de
comunidad. Convirtieron la política en
un atraco al país entero, al atraco del antecesor se suma el linchamiento
actual de los rehenes, que somos la sociedad toda, linchamiento que asume
diversas modalidades. En esta lotería de desolación y muerte en que nos hemos
convertido, algunos solo toman consciencia cuando la maldad toca directamente a
su puerta o cuando pasan a ser de cómplices de la perversión, a víctimas del
mismo monstruo que contribuyeron a crear.
Urgente
es reconstruir, reelaborar, esbozar una
idea de Venezuela como comunidad espiritual. Debatir los valores que la
sustentan. Fundamentar esa idea del bien común que -en honor a la verdad-
tenemos tan poco asumida. La idea de Venezuela debe ser creada en la cabeza de
la gente, para que se concrete en el mundo real, para que se constituya como
objeto de nuestra vida común. Los dos
procesos son simultáneos, pero hay una precedencia lógica de la idea. Para esto
es indispensable detener la destrucción. Menester es reconocer, con dolor y
humildad que en este punto no hemos podido por ninguna de las vías intentadas.
Sin desmerecer los logros de las luchas opositoras, menester es afinar la
estrategia, comunicarla bien, diseñarla con el conocimiento documentado de que
no hay freno ni ético, ni político, ni jurídico, ni moral para el poder que nos
oprime.
Una
nueva idea de Venezuela en su diversa complejidad es indispensable, es la única
forma de vencer a la ancestral barbarie que nos rige.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario